Capítulo 3. Crónicas de Teletrabajo
Campus Pto Montt
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Crónica 1

Dicen que dicen que nos dijeron…

Juan Paulo Huirimilla Oyarzo

Profesor Pedagogía en Artes

A fines del siglo XIX y comienzos XX, en las islas del recordar, del sur de Chile, de acuerdo al lenguaje de oídas, nos referencian los abuelos, que hubo una peste de alfombrilla y sarampión. La gente que escuchaba en ese entonces, la experiencia de los mayores, iba a los montes a buscar, con sus hachas y yuntas, árboles de canelo y tepa, los que eran trasladados hacia el fogón, para posteriormente ser encendidos por los fuegos de la memoria.  Esta leña un tanto verde, generaba humo insoportable a los ojos.   La gente se desnudaba y se pasaba literalmente por el humo.  Así se evitaron grandes mortandades, los que no hacían esta ceremonia de sanación eran trasladados en birloches o carretas hacia los cementerios de la muerte, sin rezos ni ritos, los animales estaban amaestrados para bajar los cuerpos reventados por la fiebre y diversos síntomas de las enfermedades.

Hoy que no hay cura, frente a esta pandemia, después del teletrabajo, es necesario tomarse un macerado de aguardiente con el sagrado canelo, en la soledad de los cuerpos, en la soledad de las vacías casas, aislados de la gente, solo con la realidad que nos hace recordar que antiguamente, dicen que nos dijeron, que hubo otras pestes y que se volvió abrir las puertas y respirar los aires de la realidad.

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Crónica 2

Cambio de vida.

Yayné Beltrán Guilarte

académica de Ingeniería Civil Industrial Campus Puerto Montt.

 Por primera vez en muchos años sentí miedo, mezclado con preocupación y una angustia terrible. Por primera vez me sentí con las manos atadas, al no poder proteger a las personas que quiero y que dependen de mí en gran medida. Ni en el momento de dejarlo todo y cambiarme de país, sin saber lo que me esperaba en el nuevo destino, tuve tanto miedo. Aunque siempre he tenido el apoyo de mi familia y de muchas personas que me he ido encontrando en el camino.

Ahora, luego de unas semanas de adaptación a este nuevo sistema impuesto por el COVID-19, todo está en marcha. A mi hija le encanta su carrera y está dispuesta a hacer lo necesario para sacarla, sin importar si es online o presencial, solo no quiere atrasarse. Mi hijo más pequeño y flojo, me saca la vuelta cada vez que puede, pero acostumbrándose a sus clases online, aun cuando es más demandante en cuanto a que necesita que lo guíen en sus estudios, requiere que la mamá esté más presente y haga más de profesora. Con él sí me aplica esa frase “con todo sino pa’ qué”. Mi mamá, ya está entretenida en sus costuras confeccionando mascarillas, donde nos asigna pequeñas tareas a cada uno de nosotros, durante los tiempos de cambio de actividad y por último, hasta las mascotas colaboran haciéndonos reír un poco con sus peleas y juegos.

Entre Meet, Zoom y BBB se sacan las reuniones, encuentros, clases, etc. Una de las cosas positivas, es que he conversados con mis estudiantes, en estas pocas semanas, más de lo que lo he hecho en el tiempo que llevo en la universidad. Lo negativo es que tenemos un alto factor de distracción, un alto factor de no saber, en caso de las clases, si le estamos haciendo clases a alguien o a algo.

Sólo me queda pedirles ###QUÉDATE EN CASA###, no salgas a menos que sea estrictamente necesario y  esperar que todo esto nos sirva para ser mejores personas y mejorar muchos aspectos de nuestras vidas, tales como la empatía, la solidaridad, el respeto, la responsabilidad, el amor al prójimo y la igualdad…

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Crónica 3

Pandemia y docencia online

 Carolina Fuentes

académica de Kinesiología Campus Puerto Montt

Las primeras dos semanas de cuarentena preventiva estuve sola en casa, al cuidado de mis dos hijas, sin contacto alguno con el exterior. Recién en la tercera semana se reunió con nosotras su padre. Creo que como todo ser humano, cada día me siento más adaptada a esta nueva vida. Ahora el reloj despertador es mi hija de 3 años que despierta a causa del hambre, temprano en las mañanas. La cocina se llena a la hora de las comidas, los mayores cocinamos, las niñas ponen la mesa, todo rápido porque los papás luego deben “conectarse”, como dicen ellas.

El trabajo online es agotador. En primer lugar, porque como docente he tenido que destinar un tiempo importante a las capacitaciones y metodologías online, crear material nuevo, readaptarme, priorizar. Sin contar que cada vez que me concentro, soy interrumpida por urgencias caseras, como un yogurt a medio abrir, la tarea de naturaleza, una llamada familiar.

Pero todas estas dificultades también han estado acompañadas de trabajo colaborativo. Hoy mi equipo está más cerca que antes, acompañándonos y ayudándonos con el youtube, zoom y BBB. Ha sido difícil para todos, pero ha sido también una oportunidad para aprender.

Mi momento favorito del día es cuanto me “desconecto”, porque es realmente el minuto en que me encuentro conmigo misma y con mi familia. Todos en casa estamos aprendiendo a vivir en tiempos de pandemia y por sobre todo, cultivando la esperanza.

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Crónica 4

 “Esa sensación fresca de las mañanas…”

Carlos Ulloa Droguett

profesor de Pedagogía en Artes

Esa sensación fresca de las mañanas, en las semanas de invierno. Ese sol que se asoma tímido por la ventana de la pieza  y que recoge el olor de las maderas viejas del piso.

Luego la rutina propia de la casa, las camas que se hacen, la escoba que recorre todos los rincones,  el desayuno con olor a café, las compras y los olores del almuerzo, los trámites, los vecinos.

Salir a barrer la vereda y ver como todo el resto de la ciudad se moviliza en su actividad semanal. El único que permanece ajeno soy yo, porque es de las pocas veces que me permitieron no ir al colegio, me encantaba esa sensación, no tanto por no ir. Era porque tenía la posibilidad de observar toda esa rutina desconocida, que se vivía en los días de semana en la casa y en el barrio. Me encantaba acceder a ese mundo siempre desconocido y que tenía otro tiempo, otros olores, otras temperaturas.

Muy diferentes a la rutina del colegio y más adulto, a la del trabajo. Aún ahora, a estos años, me sigue pareciendo mágica esa sensación. Fue lo mismo que sentí los primeros días de esta vuelta a casa obligado. Pero poco a poco comenzó a germinar una realidad extraña, distinta a esa sensación que me fascina. Ya no era del ritmo del hogar con sus colores y todo lo que develaba. Tampoco es el ritmo de los pasillos, por las salas de la universidad. Es algo extraño que ha comenzado a mutar, un poco como el virus del ministro. Darle de comer a las aves, a los perros, a los gatos, a la burra, picar leña para prender la combustión, se mezcla con encender el computador, con la reunión del Consejo y con el video que estoy subiendo a You Tube, para dar la bienvenida a los alumnos. En esta mezcla incontrolable se nos va pasando el día. Si hasta a veces el almuerzo se me enreda con el archivo a subir, o con la reunión de inducción para uso de la Platea Virtual. Si hasta hace un tiempo esta plataforma era tan lejana y misteriosa, como los corredores y buhardillas de los curas en Guillermo Gallardo.

Esta  Platea ya se ha hecho parte de nuestra cotidianidad. Agregar una actividad y decidir entre agregar un archivo o poner un link a una página externa emergente, ya nos resulta cada vez más  conocido y comienza a ocupar los momentos del hogar. Como decidir entre un té negro con jengibre o un café con cardamomo.

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Crónica 5

Cuarentena 2020. Privilegios, oportunidades y aprendizajes para el camino*

Pedro Enrique Villasana López

Médico, Phd Ciencias, académico investigador del Departamento de Salud

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Comienzo por agradecer la oportunidad de compartir algunas reflexiones en ocasión de la situación que vivimos como seres humanos, familias, nación y como humanidad. Aclaro que este no es un escrito para decirles cómo ocupar el tiempo, distraer u orientar el ocio; hablo como ciudadano de a pie, común y silvestre. Y, trataré de organizar este escrito en los tres aspectos que anuncio en el título, pidiendo disculpas por el desorden, impertinencias o incorrecciones en que pueda incurrir, esperando pueda ser de alguna utilidad.

Recordando nuestra vida:

Este último mes, algunos hemos tenido la oportunidad de redescubrir lo que hemos logrado, el camino que nos ha traído hasta hoy, aquello por lo que nos hemos esforzado toda la vida: hogar, hijos, nuestra pareja… la familia, libros, nuestra música. Re-aprendimos nuestro trabajo, lo valoramos en otra dimensión, quizás más justa; dándonos cuenta del espacio y significado que tiene en nuestras vidas. No todos tenemos esa oportunidad. Es así como podría estar ocurriendo que busquemos refugio, o escape, en nuestro trabajo porque le otorga sentido a nuestras vidas, que en buena medida hemos olvidado como vivirlas. A eso quiero referirme. A que, en condiciones normales, no sólo permanecemos en nuestro trabajo las dos terceras partes de nuestro tiempo vital, sino que además ocupa nuestra mente, nuestra vida, de manera casi total, haciendo que olvidemos la otra vida, la nuestra. No todos tenemos esa oportunidad. Hablo entonces de recordar que trabajamos para hacer posible la vida que tenemos, aquella que soñamos, se haya realizado o no a plenitud. Hoy tenemos ese privilegio, no todos, el espacio, el tiempo y la oportunidad de recordarnos a nosotros mismos nuestra vida, su sentido y valor; de recuperarla. Gracias Covid 19.

Al hacer esas pequeñas reparaciones y tareas tantas veces postergadas, tanto que olvidamos como hacerlas, tocamos nuevamente nuestra casa, la tierra de nuestro jardín, recuperando olores e imágenes extraviadas. Pero no todos tenemos jardín o quincho, o posibilidad de comprar los materiales para hacer reparaciones, no todos tenemos casa. Así como las “tele-tareas” de nuestros hijos o nietos, nos permiten volver a encontrarlos, quererlos en vivo y en directo; a materializar los “emoticones” sustitutos de estos abrazos cuyo calor hemos estado olvidando. Pero no todos podemos quedarnos en casa para cumplir las medidas recomendadas. La pandemia, y la consecuente situación de cuarentena, aislamiento social, pánico, confinamiento, aburrimiento, y otras múltiples sensaciones, evidencian una vez más en Chile, la desigualdad ante la vida y la muerte, declarada hasta el cansancio por organismos multilaterales. El aislamiento social y/o cuarentena devienen en privilegio de quienes dispongan del suficiente músculo económico, o apoyo de su empleador, para enfrentarlas. Es así como, gran parte de nuestra población se ha visto obligada a desafiar la posibilidad de contagio, para continuar trabajando, cuando es posible hacerlo, y poder conseguir el sustento para su familia; mientras otro sector de la población cumple, porque así puede hacerlo, con las recomendaciones y medidas de la autoridad sanitaria. La posibilidad de contagiarse y morir es evidentemente desigual. Gracias Covid 19 por estimular la reflexión, por hacernos aprender por la fuerza, que antes que tú otro virus, también pandémico, ha recorrido nuestras tierras; el virus del individualismo consumista y hedonista, del egoísmo tan instalado que hoy nos hace tan difícil la necesaria respuesta colectiva frente a ti, gracias por recordarnos que todas y todos vamos en el mismo barco, gracias Covid 19.

La esperanza está puesta en la vacuna, sí, pero ¿La esperanza de quién?, ¿De las transnacionales quimico-farmaceúticas en su desesperada carrera por quedarse con las ganancias que puede reportar?, ¿Del sector industrial y del comercio ansiosos de volver a la normalidad, aún a costa de la miseria, salud y vida de sus trabajadores y trabajadoras?, ¿De las y los afortunados que puedan pagar la vacuna y resolver su problema individual? De manera legítima podemos preguntarnos si es que ¿El Covid 19 no será el tratamiento o la vacuna que necesitábamos para el otro virus que sigue diezmando la Humanidad?, Si es que este tratamiento tan doloroso posiblemente diseñado con otras maquiavélicas finalidades en poderosos laboratorios, de acuerdo a lo que dicen los conspiranoicos, y que debemos condenar severamente, podría producir resultados inesperados y paradójicos como la recuperación de nuestra consciencia como Humanidad, del bien común, de la vida en familia, de la comunidad, de esa vida a la que antes nos referimos, y que el otro virus nos estaba haciendo olvidar. ¿Será posible una racionalidad diferente luego de este doloroso tratamiento? Si así fuera, dolorosamente gracias Covid 19.

 

*Crónica derivada de la columna publicada en El Llanquihue de Puerto Montt, el domingo 19 de abril.

 

Publicado por: Paulina Ossa Magaña