Entrevista a Javiera Arce Riffo
Campus Osorno
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Javiera Arce Riffo es administradora pública, licenciada en Ciencias Políticas y Gubernamentales de la Universidad de Chile. Magíster en Ciencia Política, mención Instituciones y Procesos Políticos de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Es la secretaria ejecutiva de la Unidad de Igualdad y Diversidad de la Universidad de Valparaíso, donde anteriormente fue la encargada de Transparencia y Lobby y es también profesora adscrita a la Escuela de Sociología.

Javiera Arce es columnista estable del diario El Mostrador y comenta política en diversos medios de comunicación. Pertenece al Frente Feminista Socialista.

Este año publicó el libro “El Estado y las Mujeres. El complejo camino hacia una necesaria transformación de las instituciones” (RIL Editores) que presentó en los campus Osorno y Puerto Montt de la ULagos donde mantuvo un diálogo abierto con estudiantes y académicas sobre política, género y el movimiento feminista estudiantil, invitada por la Mesa de Género como parte de su agenda de profundización en el tema.

En esta conversación nos dio su perspectiva respecto al ejercicio del poder, las instituciones, los procesos políticos chilenos de los últimos años, el sistema electoral y el rol del feminismo en la actualidad política e institucional.

 

 

Tradicionalmente las mujeres han estado excluidas del ámbito de la toma de decisiones, y cuando lo integran, es en números bastante menores. Frente a esto me ha tocado escuchar que “las mujeres no se preparan para cargos de poder”. ¿Crees que eso es así?

Hay que tener en consideración varias cosas. La primera es que a las mujeres el poder les da pudor y lo segundo es que yo no sé qué tan preparados están ellos para los cargos directivos. Está demostrado, al menos en la universidad donde yo trabajo, en las investigaciones que hemos hecho, que las mujeres tienen un techo de cristal que no les permite llegar a tomar las decisiones sino más bien están encargadas de gestionar. Hay dos clases sociales: los que piensan y las que gestionan. En la Universidad de Valparaíso hay 1 decana del total de 10 decanos, pero hay 6 secretarias de facultad, que es una función de mucho trabajo administrativo. Lo mismo en las direcciones de escuela, aproximadamente el 20% son mujeres, pero más del 60% de las secretarias académicas lo son. Hay una división sexual del trabajo. Los que ven los asuntos públicos de las escuelas son los hombres y las que ven los asuntos privados de las escuelas son las mujeres.

Me tocó ver una medición en la que se concluyó que el 2,5% de los start ups de riesgo va a compañías dirigidas por mujeres.

Claro las mujeres están en una posición de desigualdad porque quienes toman decisiones sobre esto, sobre sus carreras, por ejemplo, los comités que distinguen la jerarquía académica, son, en su mayoría, hombres. Eso afecta y sesga ¿Qué es mérito entonces?

No hay una voluntad activa de excluir a las mujeres, pero hay grupos de reproducción de poder que son masculinos. La iglesia, la masonería, etc. Una lógica de camarín que tiene que ver con la confianza que se genera en estos grupos que son, por definición, exclusivamente masculinos, a los que las mujeres no tienen acceso y que están fuera del ámbito legislativo porque son privados.

Esas son instituciones informales. Más allá, yo diría que hay una cultura hecha para la exclusión de las mujeres. Tampoco yo acusaría mala fe porque están naturalmente acostumbrados a hacer las cosas como las han hecho hasta ahora. Entonces cuando se les empieza a criticar se empiezan a sentir mal. Por ejemplo, participé en reuniones de partidos políticos, alguna vez siendo la única mujer. Nunca me cuestioné, porque me había transformado en un niño para hablar con niños. Para ellos yo tampoco era un ser sexuado. Fue chistoso pero fue la forma de travestirme para poder entrar, eso hasta que tomé conciencia.

Entre nosotras también nos censuramos si nos ponemos demasiado “confianzudas” con ellos.

Ahí está el tema de cuanto te va a dar pudor el poder. Eso me gustaría profundizarlo porque, por ejemplo, en los partidos políticos a las mujeres que van a competir por un cargo interno les dicen, “tú eres muy ambiciosa, te gusta el poder”. Yo les digo a las compañeras que respondan “¿y a ti no te gusta acaso?” Esto es un partido político, no vinimos a hacer amigos, los partidos políticos tienen vocación de poder. Es como si fuera condenable que a nosotras nos guste el poder. El tema es ¿el poder para qué? Si es para transformar, entonces abramos los espacios y hagámoslo. Y también hay mujeres que ocupan el poder para servirse ellas mismas.

Si te pones en el camino del poder y eres mujer eres conflictiva, pero si eres hombre tienes carácter…

Claro. Y todos esos estereotipos de género que reinan y priman por todas nosotras. En el caso de los partidos políticos, la Jutta Marx lo grafica muy bien: se esperaba un comportamiento de nosotras, que cuidáramos y nos acostumbráramos a la institucionalidad. Cuando empieza alguien a salirse de la norma, inmediatamente la callan, la corren y la tachan de conflictiva. Hay cierta tolerancia para tener puntos de disidencia, pero hay que ser muy seca para que no te excluyan; no es a cualquiera, a quien sepa mucho de algún tema es a la que le aguantan que se salga de la norma.

 

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Javiera Arce con Diana Kiss y Javiera Ulloa de la Mesa de género ULagos

Tuvimos presidenta mujer dos veces que administró el sistema como está.

Una golondrina no hace verano. Hay una columna muy buena que hizo Ángeles Fernández en La Tercera donde hace un análisis descarnado de la presidenta: que no promovió a ninguna otra mujer, un delfín para hacer el recambio. En México la tradición del PRI era el “dedazo” y el “tapado”. Al que el presidente le ponía el dedo era el nuevo presidente y lo tapaban inmediatamente, lo sacaban. Así duraron más de 70 años en el poder. En la Concertación varios hicieron el intento y resultó: Frei con Lagos por ejemplo. Pero ¿porque Bachelet no lo hizo? ¿A ella le gustaba ser la excepción a la regla? La forma que tengo de ver el poder desde las mujeres, es muy distinta: se abren espacios, se promueve a la de al lado, se le ayuda.

¿Existe esa diferencia en la forma de ejercer el poder? ¿Una caracterización de género en el ejercicio del poder?

Esa es una de las cosas de la Ola Feminista que me llamó la atención. El nivel de violencia de la dirigencia. Ejercían un poder muy violento, muy autoritario, muy poco crítico con ellas mismas. Esa es una réplica del ejercicio del poder patriarcal. Si quieres ser feminista en el ejercicio del poder – yo lo hago menos que otras compañeras – debes revisar constantemente tus prácticas patriarcales dentro del poder. Si tienes un espacio para que alguna de tus amigas pueda brillar, tienes que abrirlo para que entre ella. Los hombres hacen eso, pero lo invisibilizamos. “Viene mi amigo, pone a mi amigo” y van instalando su club ¿Por qué nosotras no podemos actuar como club? Nos condicionan a actuar de esta forma atomizada para poder dominarnos.

¿Frente a la Ola Feminista quedaste como moderada?

Que nunca he sido. He tenido posiciones más duras como cuando pasó lo de Ricardo Rincón. Ya le tenía sangre en el ojo desde la tramitación del binominal porque en la comisión de constitución me había dicho que en la Democracia Cristiana no tenían mujeres. Entonces yo le dije – “Que raro que no tengan mujeres porque tu padrón tiene un 54% de sexo femenino” -“Es que no hay mujeres para estar en cargos de poder.”  “Búscalas”.

Es muy misógino ese comentario.

Son muy misoginos. Por eso han salido con mucha fuerza episodios de acoso sexual dentro de los partidos. Los partidos están tratando de generar autonormas para canalizar las denuncias.

¿Y que pasa con las leyes de cuotas y otras de acción afirmativa?

Estoy a favor, pero hay un debate que tenemos que dar entre las feministas políticas porque hay mujeres que se quedan solamente con la política de la presencia. Entre Camilo Escalona y Jacqueline Van Rysselberghe, yo prefiero a Camilo, o a cualquier hombre que esté a favor a ayudarnos a avanzar en derechos. Entonces es representación descriptiva de género versus representación sustantiva de género. ¿Cuáles son los temas que requieren que las mujeres se representen en los espacios? Lo otro que ha pasado es que a través de la cuota de género – esto es una investigación que hizo Patricia Gómez con Nellida Archenti en Argentina – las parlamentarias terminaron en comisiones de infancia, género, familia, mientras los hombres hablaban de hacienda, de constitución, de temas más duros.

Otra cosa que pasa es que dicen “queremos más mujeres al poder” muy bien. Pero eso quiere decir que hay que pensar la máquina y la máquina siempre la piensan hombres y después a las mujeres les pasan la máquina. Implica también que tienes que buscar especialización dentro de los propios partidos: mujeres para estar en los cargos de poder y mujeres para pensar la estrategia electoral, que es otra.

Yo fui de las activistas que estuvo más encima de la tramitación de la ley de cuotas, fui hasta el Tribunal Constitucional. Quedó mala en mi opinión, pero bueno, es lo que hay, igual subimos 5 puntos porcentuales en representación de la mujer. Es importante conocer lo que pasó ahí: en todos los partidos, sobre todo los más institucionalizados, a las mujeres las pusieron donde cabían, como es una ley de cuotas nacional hicieron unos cambalaches por aquí y por acá para que no los penalizaran, pero el índice de elegibilidad de las mujeres no superó el 8%.

Eran carreras perdidas…

Claro, iban a morir. Las que entraron, como Emilia Nuyado fue porque hubo un tremendo escándalo en la comisión política. Teníamos que explicarles que esto no es el binominal, no hay que poner un candidato fuerte y una galleta, eso ahora no funciona. Ahora tienes que apostar por el equipo, el equipo tiene que sacar muchos votos. Ya viste que Jackson en Santiago arrastró a 3 personas. Los candidatos que tenían más votos no querían ir con mujeres que fueran competitivas, un poco lo que pasó acá con Emilia Nuyado y Fidel Espinoza, como se relata en un reportaje de revista Paula.

Y en las universidades pasa lo mismo. Tiene que haber políticas de reclutamiento, cómo las apoyas en sus carreras académicas. La Universidad de Chile hizo eso y han reclutado a muchas mujeres, pasaron de ser el claustro con menos mujeres a tener casi paridad. Chile tiene el menor número de académicas a nivel latinoamericano, estamos por debajo del promedio.

En algún momento en el primer gobierno de Bachelet se pretendió tener paridad en ministerios. Eso duró muy poco. ¿Qué pasó ahí?

La decisión que vamos a tener que tomar en el futuro es como hacemos escuelas de liderazgos para preparar a las mujeres. Eso en Estados Unidos lo descubrieron hace mucho rato. Este año, gracias a Donald Trump, nunca habían corrido tantas mujeres en la elección, tenían más de 2000 candidatas. Ellos tienen escuelas de liderazgo para todo. Liderazgo político, liderazgo para asumir cargos en las universidades, liderazgo en las policías, en los jueces. En todas partes hay mujeres tratando de formar a otras mujeres a nivel de mentorías por ejemplo, para poder asumir roles de liderazgo, ellas se están preparando ¿por qué nosotras no podemos hacerlo? Si te asusta el poder, si te da pudor o pereza hablar en público, deberías prepararte.

¿Hay feministas de derecha? Estoy pensando en figuras como Lily Pérez.

Tengo muy buena onda con Lily, de hecho la invité a comentar mi libro cuando lo lanzamos en Santiago. Si hay, está el feminismo liberal y está el feminismo socialista y con variantes como el feminismo liberal derivado en feminismo esencialista. El problema es cuando te metes en este matrimonio mal avenido entre feminismo y capitalismo que no pueden convivir porque el capitalismo es una de las formas de opresión. Ahí es cuando se va a la izquierda. Y en la izquierda también hay mucho machismo.

Yo soy del Frente Feminista Socialista, tenemos debates teóricos duros, relecturas marxistas. No sé si el feminismo es un patrimonio de la izquierda. Pero creo que va a haber una disputa ideológica entre feminismo liberal y feminismo socialista. El feminismo liberal es mal entendido en los partidos políticos porque se quedan con la acción afirmativa sin cuestionar que hay una estructura de opresión como el estado, los partidos, la democracia, que van oprimiendo también. Están las feministas esencialistas: creo que está bien el tema de la igualdad en la diferencia, reconocer la diferencia, pero ensalzar ciertas características femeninas como la bondad y ponerlo como que todas las mujeres razonan desde esa perspectiva… es una teoría muy insípida que viene de EEUU en los años 60, se intenta permear el feminismo esencial en América Latina y eso no resulta porque acá no tenemos liberalismo.

Al invisibilizar la estructura propia local, y hacer siempre referencia hacia afuera no tienes para que corregir porque no lo estás viendo lo propio, no lo reconoces.

Claro. Entonces ¿cómo mejoramos el sistema político para que podamos hacer un sistema político mejor? ¿Qué implica meter el feminismo a la política? ¿Cuotas? ¿Solo cuotas? ¿U otras formas de hacer política?

Se dio esta “ventana política” cuando salió el caso de Caval y el caso de SQM y Penta y entró la discusión de la cuota de género y, simultáneamente, por el límite del gasto electoral. Las mujeres tienen menos plata para financiar sus campañas, entonces si bajas el límite de gasto electoral, inmediatamente equiparas la competencia política.

Eso es un proceso como el de modernización del estado, en el que hay que revisar todo, normativas, legislación, etc.

Todo. Y no decir nuevamente que vamos a hacer ciertas políticas orientadas a las mujeres. Todo tiene que tener perspectiva de género. Defensa, hacienda: todo. Porque la mitad de la humanidad son mujeres. Se trata de transformar las instituciones. Y yo no sé si el feminismo liberal busca eso, en cambio el feminismo socialista, si.

O sea, este es un momento de construcción…

Nosotros hicimos este libro en un esfuerzo por introducir una propuesta teórica para desafiar el conocimiento y desafiar al estado y creo que otros van a hacer sus contribuciones. Siempre teniendo como norte la transformación de las instituciones, porque así como están, no nos sirven y nos van a seguir oprimiendo.

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Publicado por: Natalia Araya Raccoursier